miércoles, diciembre 6

MANUAL DEL BUEN HIJO DE PUTA


Artículo 1º:
El Doctor Mariano Grondona sopla el caño de su Luger Paraballum, esa reliquia con la esvástica laqueada en las cachas que le regalara años atrás el Capitán Ingenieros. El humo, empujado por el débil aliento del Doctor Mariano Gorndona, avanza sobre el cuerpo sin vida de Johnatan, que conserva en su mano la manigueta. Metros más adelante, la gorra. El Doctor Mariano Grondona intentó persuadirlo. Le explicó que no necesitaba que le limpiara el vidrio. Pero hay gente que no entiende razones. Ahora no tendrá nada que entender.

Artículo 2º:
El Doctor Mariano Grondona aspira la última línea de cocaína que queda en el plato. No le corresponde a él exactamente. Su parte de la noche ya está bien adentro de sus fosas nasales y de su cerebro. Pero el Escribano Patricio y el Capitán Ingenieros están muy ocupados discurriendo sobre los negocios en los que el Doctor Mariano Grondona no quiso participar, no tanto porque no le interesaran sino porque no encontraba la fórmula para quedarse él solo con el botín. No contento con lo que en este momento se tambalea entre el cartílago y el tabique, pasa el dedo por el plato, dejándolo en un estado que envidiaría el mejor publicista de una propaganda de desengrasantes. Por último, guarda sigilosamente el packashing, para darle la correspondiente chupeteada una vez concluida la tertulia, cuando el Escribano Patricio y el Capitán Ingenieros se vayan agradeciendo tener un tan buen amigo y anfitrión como el Doctor Mariano Grondona.

Artículo 3º:
Las miradas eran sugerentes. Los horarios de ambos, obvios. Verlos salir un miércoles por la tarde de la oficina del Señor Leopoldo fue la confirmación. Ninguno de los dos vio al Doctor Mariano Grondona viéndolos a ellos. Entonces empezaron los comentarios con doble sentido, las sugerencias, las propuestas, los consejos de amigo, los charcarillos picantes: la delación camuflada con inocencia. No fue necesario mucho para que el Señor Leopoldo comenzara a prestar más atención a los movimientos de su mujer. Y no fue necesario mucho más para que la encontrara in fraganti con el Escribano Patricio. Fijándose bien, todavía queda alguna marca que las toneladas de maquillaje que usa no logran tapar en los ojos de la Señora Leopoldo. Este detalle no escapa a la cálida mirada del Doctor Mariano Grondona, cada vez que recibe a los Leopoldo en su morada.

Artículo 4º:
El Doctor Mariano Grondona viaja en su convertible importado por la autopista. Al pasar sobre las villas miserias lo hace. Desde un tiempo a esta parte se contiene. Intenta conservar la elegancia. Pero esta vez no puede. “¡Negros de mierda!”, “¡Cabezas hijos de puta!”, “¡Villeros putos!”, “¡Gronchos!, ¡esclavos!”. El último grito, orgásmico, nacerá de sus testículos, florecerá raudamente por el estómago, se abrirá paso por las cuerdas vocales como un vaqueano por la maleza, esperará agazapado un instante en algún recoveco de la faringe para saltar como una pantera sobre su presa, agitando la campanilla como un péndulo furioso: “¡¡¡POBRES!!!!”

Artículo 5º:
Es el festejo del primer lustro de su sexta nieta, y el Doctor Mariano Grondona llama a Micaela, una de las pequeñas invitadas, y la sienta amablemente sobre sus faldas. Micaela es realmente hermosa. Su cabello fino acaricia sus mejillas, apenas cubiertas por pequitas. Sus pequeñas piernitas blancas se asoman bajo el hermoso vestidito con florcitas. Las medias blancas, los zapatitos de charol. Sus pequeñas manecitas que tienen la capacidad de endulzar cada cosa que toquen. El Doctor Mariano Grondona se siente feliz con esa belleza encima suyo y no deja de hacerle las mismas preguntas pelotudas que le hacen todos los grandes a todos los chicos: “¿Cuántos años tenés?”, “¿Te gusta ir al jardín?”, “¿Tenés hermanitos?”, “¿Qué querés ser cuando seas grande? (que diga “secretaria, que diga “secretaria”)” El Doctor Mariano Grondona es un hombre que siempre piensa en el futuro.

Artículo 6º:
El Doctor Mariano Grondona no puede salir de su asombro. El Señor Leopoldo con paraguayas. “Es gente nueva, las traen de Paraguay o de Bolivia. Ya sabemos lo que son, pero hay algunas que son realmente muy hermosas. Y mansitas. No joden para nada”. Acto seguido, comienza la descripción minuciosa de las bondades. El Doctor Mariano Grondona interrumpe la buena nueva del Señor Leopoldo: “No me estás contando nada nuevo. Conozco al importador”

Artículo 7º:
La lluvia azota ferozmente las ventanas del escritorio, en una pesada noche del verano subtropical que supimos conseguir. El Doctor Mariano Grondona, impaciente, intenta ver tras el cortinado líquido. Finalmente suena el timbre. El Doctor Mariano Grondona baja raudamente. “Son 28,80 señor” dice la masa de humanidad que debe haber bajo el piloto. El Doctor Mariano Grondona extiende el billete de 100, recibe el helado y, tras un breve espera, los 71,20 del vuelto. Inmediatamente cierra la puerta y va a saborear el helado que pidió. Mañana se enterará que la moto que le trajo el pedido resbaló en la lluvia y que lo que la conducía murió arrollado por un conductor cuyos frenos fueron detenidos por la humedad. El Doctor Mariano Grondona agradecerá entonces por la fortuna con que lo premia la vida. El accidente no se produjo cuando el pedido iba en camino.

Artículo 8º:
Comentario de un muy entusiasta Doctor Mariano Grondona, durante el almuerzo familiar: “¡Qué bien que la paso en el Golf Club! Es un lugar hermoso. Aire libre, mucho verde. Y esa laguna en el medio... Antes era una complicación, porque no son pocos los tiros en los que la pelota termina ahí. Pero desde hace un tiempo empezaron a meterse unos negritos... villeritos, de la zona. Y están todo el día ahí. Al principio los echaban, pero supieron ganarse el lugar. Cuando la pelotita cae al lago, se zambullen y nos la alcanzan por 5 pesos. Y si vieran que notable la destreza de esos negritos. Y hay veces que la tiro a propósito, nomás para ver el espectáculo que representan esos cuerpos, mucho más ágiles que los nuestros. Son como monitos.”

Artículo 9º:
El Doctor Mariano Grondona se inclina para levantar la tabla del inodoro y siente un fuerte tirón desde la cintura hasta la nuca. Por un momento piensa que es un castigo divino. Pero como tiene urgencias, deja esa meditación para mejor momento. Se baja la bragueta. Mea sobre la tabla. Llama a la Nancy y le indica que deje el encerado del playroom para después y que limpie lo que acaba de hacer. Una vez cumplida la orden, y antes de que pueda levantarse, el Doctor Mariano Grondona agarra bruscamente sus pelos negros y grasosos y la hace practicarle la fellatio más feroz que se haya conocido en la historia de la humanidad.

(En el clímax de la cuestión, el Doctor Mariano Grondona, mirando al techo, con la nuez de Adán a punto de cortar la piel y los párpados fundiéndose en uno, maldice por primera vez en su vida a Dios, por no permitir al Hombre eyacular y mear al mismo tiempo)

Artículo 10º:
Lo vio por Internet y le resultó simpático. Un gasto más en la tarjeta de crédito no hará ningún daño a nadie. El Doctor Mariano Grondona da la vuelta a la llave y cierra el cinturón de castidad de Mónica. A partir de ahora. ada vez que salga, el Doctor Mariano Grondona llevará en consigo en el llavero su casa, su trabajo, su fortuna, sus vacaciones, su auto y la fidelidad de su mujer.

Artículo 11º:
El Doctor Mariano Grondona llama a la jefatura policial para denunciar la existencia de una clínica en la que se realizan abortos clandestinos. Cuando cuelga, se siente en paz con su alma. Tiene la tranquilidad de que hay un lugar menos en el que se asesinarán al producto de la irresponsabilidad de chicas que quedaron embarazadas por no tomar las precauciones del caso. Sabe que Patricia, su secretaria, fue la última mujer cuyo amante envió a esa clínica. También sabe que, de aquí en más, deberá ser más cuidadoso.

Artículo 12º:
El niño llora. No quiere que lo lleven al orfanato. Se desespera pensando que lo separarán para siempre de ese tierno vagabundo que lo adoptó para compartir sus penurias, pero también mucho amor y diversión. Juntos se ayudarán mutuamente. Uno, dándole el cobijo y la protección que necesita todo niño, más si su hábitat será la calle. El pequeño lo hará sentirse menos solo, y hasta saldrá a romper todos los vidrios de la calle cuando el vagabundo consiga el trabajo de vidriero.
Tras el plasma, acorazado por un moderno sistema de sonido, el Doctor Mariano Grondona se conmueve con la escena. Una tenue lágrima naufraga en su mejilla.

7 comentarios:

gemmacan dijo...

Curiosa raza la de los hijos de puta, has retratado a un tipo que no me resulta desconocido, ni ajeno, ni lejano. Creo que los hay por todas partes, a aquel lado del océano y a este. De lo que dudo es de que alguna vez pueda resbalar un lágrima por esa mejilla deshidratada ¿tienen conciencia? ¿tú crees? Yo creo que duermen tranquilos, con la panza bien llena y habiendo rezado un Padre nuestro que estás en los cielos...

¡Menudos hijos de puta! ;)

Anónimo dijo...

Esto ha sido excelente, Manuco. El artículo cuatro es digno de mención. "¡¡¡POBRES!!!", y Grondona acaba. Y el artículo ocho, maravilloso: idea de Sócrates para fundamentar la esclavitud en la Grecia antigüa, en boca de Mariano Grondona.
Clap, clap, clap.

emebé

Anónimo dijo...

Muy bueno manuco, lástima que como dice Fito..."el mundo está lleno de hijos de puta y hoy especialmente está llena la ruta..."no será que Marianito anda vendiendo el manualcito.

Anónimo dijo...

Me gustaría cagarle la cara al Dr. A ver qué se siente...
Salute
excelente...

bartolomé rivarola dijo...

Mia: sí, es cierto. Y me atrevoa a decir es que los de aquel lado del océano son peores que los nuestros. aunque sea por el sólo motivo de que tienen más chances.

emebé: peores son los artículos que no salen acá, pero que stos turros ´practican día a día.

Mariana: mmmhh... estoy pensando en bajar este post. No sea que estemos avivendo giles que ni siquiera pagan derechos de autor.

Mi muy apreciado subcdte: no pierdasu valioso tiempo dándole mierda a la mierda.

lu dijo...

que flash!
qué te voy a decir los créditos literarios, no se cómo hacés pero está buenísimo!

te aplaudo, no se, no exagero, tu manera de escribir es brillante.

Anónimo dijo...

ESE MALDITO DOCTOR MARIANO GRONDONA MERECE TENER LA CARA LLENA DE MIERDA POR LA ETERNIDAD.